¡Qué deleznables los imperios que creemos construir de nuestro entorno! Nunca dejemos de amar, porque lo único imperativamente categórico es el debido respeto por el odio. Perdido éste, concluye nuestra realidad, es abolida nuestra esencia. Dejándonos de ser y estar, nos enfangamos en la intolerancia, retornando a nuestro origen animal.
Nuestra única esperanza está en soñar. Vivir soñando. Crecer por y para los sueños. ¡Tan efímeros estos que se desvanecen al creerse concretados!
Cuando la vida te sorprende,
Cuando la vida te azota
estas tú sólo, estas tú mismo;
te encuentras, te sientes,
te sabes y te entiendes.
Es así como descubres:
cuando das, no te escurres;
al dar no te percudes,
sino, revives, deslumbras.
Y el ritmo te lleva;
y la vida te vuelve.
Una vez más la sociedad te acoge
y el cosmos te envuelve.
Sigues siendo parte del todo;
sigues parásito y sigues cura.
Ya es hora, ¡marca la diferencia!
Este ruinoso castillo de naipes debe volver a ponerse en pie. Este mundo debe encontrarse, nuevamente, con la esperanza de que todos podemos ser libres; de que todos podemos compartir nuestra libertad, haciéndonos tan ricos como nuestro entorno, tan apreciables como el pretendido imperio individual. Sólo así, la luz penetrará en la oscuridad, rescatándonos del señor de los sueños y tinieblas.
SAMU 22 de agosto de 2009
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